De los comienzos sumerios hasta la unificación
A las orillas del río Éufrates se han hallado los indicios más claros de la civilización sumeria. Se especula que los sumerios llegaron a éstas tierras por el mar, y se apoya esta teoría con la existencia de diversas deidades marinas que adoraban los sumerios. Según algunos historiadores, los sumerios no fueron los primeros pobladores de Mesopotamia; esto es evidenciado por los nombres antiguos que tenían los ríos y algunas de sus ciudades, palabras que no eran sumerias y que parecen ser remanentes de una civilización bastante avanzada.
Sin embargo, en el cuarto milenio a.C. los sumerios se hallaban establecidos en Mesopotamia. Practicaban ya la agricultura y la irrigación a gran escala. Así se fertilizaron las secas estepas y se evitaron las catastróficas inundaciones de los ríos, especialmente del Éufrates. Se cree que sus mayores avances, como la metalurgia, el ladrillo y el uso de las cúpulas, existieron desde el principio de la civilización sumeria, por lo que es supuesto que fueron técnicas aprendidas de otros pueblos.
Los sumerios vivían en centros urbanos de diversos tamaños, incluyendo las “ciudades-Estado”, las cuales eran independientes entre sí. Las principales fueron Eridu, Ur, Uruk, Larsa, Lagash, Umma, Nippur y Kish. Fueron gobernadas por “ensi”, o sacerdotes principales. Con el tiempo se desarrollo una rica economía mercantil que incluía el comercio entre todas estas ciudades-Estado.
El desarrollo comercial fue seguido por una fuerte expansión territorial, con el resultado que hacia el 2,700 a.C. las ciudades-Estado habían expandido sus límites al grado de que todas las fronteras de las ciudades se tocaban entre sí, y se diputaban territorios de cultivo y aguas fluviales. Los canales de irrigación que construyeron los sumerios en esa época siguen causando gran admiración. Esto proporcionó a Sumer con un ecosistema muy desarrollado y de gran riqueza. Este ecosistema fue el que se disputaban las ciudades-Estado, que luchaban por los sistemas de control de regadío. Esto a su vez propició que se debilitaran los “ensi”, o reyes sacerdotales, y que se fortalecieran los “lugal”, o reyes seculares, cuya función primaria fue guerrera.
Los pleitos armados eventualmente se convirtieron en guerras territoriales entre las ciudades-Estado. Hacia el 2,600 a.C. Mesilim, el rey de Kish, logró someter a varias ciudades, incluyendo a Lagash, que se mantuvo subyugada durante un siglo, pero que a su vez subyugaría a la ciudad de Umma. Alrededor del año 2,320 a.C. surgió el príncipe Lugalzagasi, quién logró apoderarse de Ur, Kisk y Uruk, despojándolos de sus dioses y asesinando a los que resistían, logrando finalmente la unificación de todas las ciudades de Summer.
Historia hasta Hammurabi
Después de someter a todas las ciudades-estado de Summeria, Lugalzagazi se dispuso a tomar control de los valles del Tígris y el Éufrates. Sometió a todos los habitantes semitas y proto-semitas que habitaban ahí, y así logró que su reino se extendiera desde “el Mar Inferior al Mar Superior”, (desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo). Algunos pueblos semitas, desde el tercer milenio a.C., había bajado del norte a establecerse en Mesopotamia central, a la que llamaron Akkad. Se hicieron cada vez más fuertes; hasta que bajo el reinado de Sargon (el Viejo), alrededor de 2,300 a.C. arremetieron contra los sumerios en batalla con un ejército poseído de gran movilidad y ligereza. El gran Lugalzagazi fue enjaulado y expuesto en una jaula ante el templo de Enlil, dios del viento y de la tierra.
Sargon, habiendo conquistado a los sumerios, estableció lo que se llegaría a conocer como el Primer Imperio Semítico. Creó una buena estructura burocrática y política, fortaleciendo su gobierno. Además, creó un buen ejército y estableció lazos políticos con sus vecinos, respetando su autonomía y buscando forjar alianzas que crearan un enorme país bajo su reinado, que alcanzara desde Arabia hasta el Tauro, Líbano y Chipre. Tuvo un gobierno intranquilo, ya que constantemente tenía que reprimir a las tribus de las montañas y a controlar las revueltas que ocurrían en Summer, Elam y hasta en su propia capital, Akkad. Sus sucesores, Rimush y Manishtusu, fueron asesinados en la misma tarea de intentar controlar a sus súbditos. Un hijo de Manishtusu, Naram-Sin, logró restablecer el orden, pero tuvo que luchar contra unos invasores, los guti, alrededor del 2,190 a.C. Los guti eran una tribu de las montañas que venían de la actual Curdistán. Habían sido sacados de sus tierras por otra tribu, los umman-mandu, y eventualmente lograron derrotar al hijo de Naram-Sin, Shar-kali-sharri. Les tomó, sin embargo, más de 50 años acabar de someter a los sargonitas.
Akkad fue destruida bajo el reinado de los guti, al grado que hoy en día no se sabe su locación exacta. Sin embargo, eventualmente se especula que las grandes ciudades sumerias unieron sus fuerzas y sacaron a los guti del poder. Esta tarea estuvo a cargo de las ciudades de Lagash, con sus grandes reyes Gudea y Ur-Ningirsu, y de Uruk, con su líder Utukengal. Hacia el año 2,050 a.C., después de 20 años de luchas, derrotaron al último monarca guti Viringan. Después de esta derrota Sumeria vivió un largo periodo de paz y florecimiento, el cual duró más de un siglo. Es entonces, según historiadores, cuando se puede empezar a hablar de un gran imperio sumerio.
Los reyes de Ur fueron muy hábiles políticamente y consolidaron su territorio hasta alcanzar todo Sumeria, Babilonia y el territorio entre las cuencas de los ríos hasta Mar y Assur. Para hacer esto delegaron poder a gobernadores, concediéndoles algo de libertad a algunas ciudades-Estado. Este se considera como un periodo de gran prosperidad económica y cultural, como lo evidencia el auge artístico de Gudea, la publicación del primer código de leyes por Ur-Nammu y la construcción de un gran sistema de redes y canales.
Sin embargo, hacia el año 1,950 a.C. surgió una etapa de rebelión. Los pueblos seminómadas llamados amorritas, que venían de los desiertos de Arabia, armados con conocimientos superiores militares, invadieron Sumeria y causaron revueltos y batallas. Pronto reinaron los amorritas en Asur, Babilonia, Mari, Kish y Larga. Admás, hacia el 1,950 a.C. los elamitas tomaron el control de Ur, llevándose sus dioses y estableciéndose el algunas zonas del sur de Mesopotamia. Las luchas entre pueblos semitas rivales duraron alrededor de dos siglos y medio. Todos los territorios se dividieron en pequeños estados, de los cuales destacó un asentamiento alrededor de la ciudad de Mari. Asiria se volvió una nación bélica. Finalizada la etapa neosumeria, Summer dejó de tener importancia política alguna. Los elamitas también perdieron su poder; en cambio, los amorritas se consolidaron y convirtieron a Babilonia en su capital. Este pueblo reinó por largas dinastías, las cuales lograron fundir la cultura sumeria con la suya y refinándola a niveles inusitados. Los reinos semiindependientes de Larsa e Issin fueron absorbidos por el poderío amorrita, bajo el reinado de su sexto monarca, Hammurabí (1,728-1,686 a.C.) credor del imperio semítico de Babilonia. Hammurabi es recordado por haber poseído grandes cualidades y capacidades estratégicas que lo llevaron a unir toda Mesopotamia, además de promulgar un impresionante código de leyes.
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